La parroquia de San Jorge fue creada avanzado el siglo XIII, no teniéndose noticias documentadas de ella hasta finales del mismo. Aunque algunos autores hablan de una primera capilla creada por los navegantes, que habrían traído la devoción a este santo del Oriente mediterráneo, lo cierto es que no hay pruebas ni vestigios de ella. La única que los ha dejado, anterior a la actual, fue una iglesia de estilo gótico, probablemente de la primera mitad del siglo XV (una más de las destruidas por Drake en 1589, lo cual obligó a su inmediata recontrucción), que fue la sede parroquial hasta 1837 y estaba ubicada donde hoy se alza el Teatro Rosalía de Castro. Deseando por entonces el ayuntamiento dedicar aquel espacio para uso público, una vez fuese derribada, ofreció al arzobispado el templo de grandes dimensiones anejo al convento y colegio de los agustinos, anteriormente de los jesuitas, recién desamortizados por las leyes de Mendizábal. Aceptada la propuesta, se trasladó a él la sede parroquial de San Jorge, donde ha permanecido hasta hoy.

El soberbio edificio de culto a que nos referimos es de los que tienen mayor prestancia y capacidad de la ciudad herculina. Concebido como el centro de actividades de la Compañía de Jesús de La Coruña, cuya presencia se había consolidado durante la segunda mitad del siglo XVII, se encargó su proyecto al célebre arquitecto compostelano Domingo de Andrade en 1693. Pero, aunque los jesuitas ocuparon el nuevo edificio de su convento y colegio en 1701, la iglesia no había superado entonces la fase de cimentación debido al veto de los militares, que no quería un edificio elevado cercano a las fortificaciones de la Ciudad Vieja, desde el que pudieran ser hostigados en caso de ataque. Finalmente se dio luz verde al proyecto, cuando ya había fallecido Andrade, lo que obligó a buscar un nuevo maestro de obras, pensándose en Fernando de Casas Novoa, una de las grandes figuras del barroco compostelano que estaba trabajando entonces en La Coruña, quien aceptando el primer proyecto, lo modificó mayormente mediante otro que fue aprobado en 1737. Sin embargo, el estudio actual del conjunto ha llevado a que notables historiadores del Arte consideren la traza definitiva como obra de Clemente Fernández Sarela, otro de los famosos maestros del barroco final, que lo habría diseñado por 1750, mientras construía la iglesia de San Nicolás. El templo se empezó a usar provisionalmente en 1754, poniéndolo bajo la titularidad de San Francisco Javier, pero no se inauguró hasta 1766, un años antes de la expulsión de los jesuitas de España.

Este hecho provocó que el conjunto quedara vacío desde 1767, hasta que los agustinos recién trasladados de Cayón obtuvieron el permiso para instalarse en él (1774), poniendo el templo bajo el patronazgo de San Agustín y ocupándolo hasta la exclautración de 1836. Como ya se dijo, la parroquia de San Jorge se trasladó a esta iglesia un año después y en ella permanece, habiéndose acometido desde entonces importantes obras que mejoraron su entorno exterior y la estructura interior. Por citar las más visibles: el levantamiento de la torre izquierda en 1906, obra de A. Reboredo Blanco, el derribo en 1927 del colegio anexo, cuya fachada formaba ángulo recto con la del templo, después de trasladar la sede que el ayuntamiento tenía allí a su nuevo edificio de la plaza de María Pita; la creación en aquel mismo espacio de la plaza del Marqués de San Martín, que resulta una hermosa y empedrada zona atrial, donde fue colocado en 1947 el magnífico crucero de Alejandro Cabanelas; el enlucido del paredón que dejó el derribo del colegio en el muro derecho de la fachada, en cuyo alto se colocó una imagen mariana de Jesús León (2001). En este templo se han celebrado grandes eventos públicos de tipo religioso y en él tuvo lugar la Función del Voto, en honor a la patrona coruñesa, durante los años 1840 a 1969. Ha sido declarado monumento histórico-artístico en 1975.

La iglesia de San Jorge ofrece hoy al visitante el magnífico aspecto de una edificación homogénea y totalmente exenta. La fachada está formada por un cuerpo central flanqueado de dos torres gemelas y una gran puerta principal, sobre la que están la hornacina del santo titular y el ventanal de iluminación, enmarcados por un doble juego de columnas dóricas que a su vez albergan las imágenes de Santa Lucía y Santa Margarita, las cuales completan la series iconográfica tallada en piedra por artistas locales en 1910. A partir de este cuerpo central, la fachada se adelgaza hasta rematar en un ático con aletones culminado por dos pináculos y una cruz pétrea. La obra constituye un hermoso ejemplar del barroco compostelano, donde destaca la decoración a base de placas de distintas variedades, sin duda el más logrado de la ciudad coruñesa; aunque macizo, no resulta pesado, por la sencillez de formas y su austera composición.

El interior del templo es majestuoso, con toda su estructura en piedra de sillería, y se desarrolla en planta de cruz latina. Es de tres naves, la mayor de bóveda de cañón y asegurada con arcos fajones en que se abren lunetos; las laterales, con la mitad de altura, llegan hasta el crucero desde atrás: la derecha remata en un retablo con puerta a la sacristía, antaño capilla absidal, y la izquierda se prolonga hasta la otra capilla absidal, hoy sede del Santísimo. El crucero se cubre con bóveda de arista y remata en una linterna circular. La cornisa que recorre por lo alto la nave y el crucero está ornada con artísticas celosías, vestigio de su antiguo carácter conventual, y las de las naves laterales con tribunas.

Ese gran espacio interior está organizado en tramos por pilastras gigantes y todo él se orienta hacia la capilla mayor rectangular, cuyo retablo es de estilo barroco con camarín central, escoltado por doble columnata y rematado por un friso con la Asunción de María. Aunque no hay referencias documentadas, los estudiosos consideran que es obra de Gambino o de su taller. Su iconografía es de gran tamaño y alusiva a los sucesivos titulares del templo: San Jorge a pie en la hornacina cenral, y en los laterales de las columnas San Francisco Javier y San Agustín (ésta, una pieza barroca de procedencia italiana). En las naves laterales, cuatro capillas de cada parte, con retablos que acogen imágenes expresivas de las devociones populares. Destacamos, en el remate del brazo derecho del crucero, un pequeño altar-retablo con la Inmaculada, obra de José Ferreiro procedente de la antigua capilla del Consulado del Mar. Completan el conjunto interior un cómodo mobiliario para los asistentes a los cultos, las historiada araña central de madera tallada, el púlpito barroco con basa de piedra y trabajado tornavoz y, sobre el vestíbulo de entrada, el coro de madera con el órgano.

De esta parroquia salen algunas de las procesiones de Semana Santa de mayor concurrencia, cuyos pasos e imágenes son muy venerados:  Nuestra Señora del Mayor Dolor (de F. Escudero, s. XX), el Cristo de la Agonía (de Antón Ferreiro, s. XVIII, depositada en la capilla de la V.O.T.), el Cristo Flagelado y el Calvario, buenas tallas realizadas en los talleres de Olot en el s. XX.